La Confederación Granadina fue el nombre que adquirieron
los territorios de Colombia y Panamá, que para la época conformaban una sola
República Federada, bajo la Constitución de 1858 en el gobierno de Mariano
Ospina Rodríguez. Esta Carta Constitucional remplazó al sistema Centro-Federal
que se había organizado con la Constitución 1853, y fue la antesala de la
formación del denominado Olimpo Radical, periodo en el que las ideas del
liberalismo radical colombiano se impusieron bajo el nombre de los Estados
Unidos de Colombia (1863-1886). La Confederación Granadina es parte de una
serie de reformas que comenzaron a mediados del siglo XIX en toda
Hispanoamérica, y que tenían por propósito romper de forma definitiva con
cualquier rezago del sistema colonial. En el caso de lo que hoy es Colombia y
Panamá, esta trasformación se vivió a través de un paulatino proceso de cambio
en el modelo político, económico y social imperante desde el periodo de las
independencias. Los cambios al orden establecido despertaron profundas
contradicciones al interior de la sociedad, que se expresaron en dos guerras
civiles en 1851 y 1860, más un golpe militar en 1854. La primera de estas
conflagraciones estuvo relacionada con el papel de la Iglesia en la sociedad,
mientras que la segunda y el golpe de Estado de José María Melo se vinculan a
las tensiones producidas por la profundización del sistema federal, entre la
soberanía nacional y los poderes regionales. En este sentido, la Confederación
Granadina se destaca porque su efímera existencia dio cuenta tanto de las
trasformaciones políticas, como de la resistencia que esto generó en algunos
sectores de la sociedad, que aun siendo parte de la idea de un modelo de
República federal,3 consideraban que la existencia de un gobierno general
fuerte era necesaria para mantener el orden después de las guerra del 1851.
Estas contradicciones, sumadas a las tensiones que existían en torno a la
separación Iglesia-Estado como parte del ideario liberal que se imponían en el
momento, fueron procesos que llevaron al levantamiento de los seguidores del
General Mosquera y el radicalismo liberal en 1860-1863, como evento central de
este periodo Confederado de la historia de Colombia y Panamá.
HISTORIA
Aun cuando la mayoría de las reformas de mediados de
siglo vinieron de la mano del Partido Liberal,
sus inicios se pueden rastrear a las dos últimas administraciones de la
década del 40 del siglo XIX. En este sentido, el gobierno de Alcántara Herrán
(1841-1845) y el primer mandato de Tomás Cipriano de Mosquera (1845-1849) se
destacaron por su tono modernizante, que incluyó entre otras medidas la
recopilación de las leyes granadinas, la liberación del comercio, la reducción
de las aduanas de importación y exportación, la formación de escuelas normales
para la instrucción de los maestros, el impulso del ferrocarril de Panamá, el
control del fuero eclesiástico y la libertad de imprenta. Todas estas medidas
abrieron el camino para las trasformaciones más profundas que iniciaron
formalmente con la llegada al poder del liberal José Hilario López en 1849. El
cambio en el partido de gobierno, según el historiador Frank Safford, fue
posible gracias a la división del Partido Conservador en las elecciones de 1848
entre José Joaquín Cori y Rufino Cuervo, además de la movilización del sector
de los artesanos en apoyo al candidato del Partido Liberal. Las reformas de
este gobierno incluyeron la abolición de la esclavitud, el fin de la pena de
muerte, el no encarcelamiento por deudas, se permitió el sufragio universal
para los varones adultos y la consolidación de la libertad de prensa, culto,
comercio y educación.
Adicionalmente, se implementaron medidas para otorgar
mayor autonomía a los gobiernos regionales, con la trasferencia de rentas y
responsabilidades que antes eran del gobierno central a las provincias, bajo la
creación entre 1849 y 1852 de trece nuevos entes territoriales, que según se
creía podían ejercer un gobierno más efectivo del territorio, además de
garantizar la democratización de estos espacios del país.8 En este ambiente
reformista José Hilario López, incluso contra la negativa de varios sectores
del Partido Liberal, expulsó del territorio nacional a la Compañía de Jesús, a
quienes consideraba herramientas del partido Conservador en medio de la lucha
política que se vivía en ese momento. Esta última medida, junto con la
abolición de la esclavitud y la eliminación del fuero eclesiástico civil y
penal, motivaron el primer levantamiento conservador del periodo en 1851.
Aunque la revuelta fue rápidamente controlada por el gobierno de López, este
conflicto demostró que amplios sectores de la sociedad se oponían a las
modificaciones que estaba implementando el Partido Liberal. Incluso, debido a
las reacciones encontradas que las modificaciones generaban al interior del
mismo Partido Liberal, la colectividad se dividió entre las facciones más
radicales, que después vendrían a formar parte del denominado Olimpo Radical, y
aquellas que se mostraban más moderadas frente a temas claves como el estanco
del tabaco.
Por otro lado, la alianza que había forjado José Hilario
López y los artesanos llegó a su fin, como lo explica el mismo Frank Safford,
debido a lo que el presidente consideraba era el peligro generado por la
excesiva fuerza que había tomado este gremio, y su tendencia al uso de la
violencia como elemento de presión al gobierno y el Congreso para que se les
concedieran medidas de protección especial. Este cambio de perspectiva del
gobierno de López llevó a la consolidación de otra figura política, José María
Obando, que llegó a la presidencia en las elecciones 1852 con el apoyo de
varios sectores del liberalismo y los artesanos. Obando comenzó su gobierno en
1853, de la mano de una nueva Constitución, que restringía los poderes
presidenciales y ampliaba la autonomía de las provincias con respecto al
gobierno central, en lo que era un evidente preludio del modelo federal. De
igual forma, presentaba un marcado carácter liberal en lo que se refiere a la
creación del matrimonio civil y el divorcio civil, la proclamación de la
separación Iglesia-Estado, el fin de la pena de muerte y la reducción del
Ejército. Todas estas medidas, en especial la reducción del poder de las
Fuerzas Militares, sumadas al descontento de los artesanos, propiciaron un
golpe militar dirigido por José María Melo el 17 de abril de 1854. Este golpe
de Estado sobrevivió hasta el mes de diciembre del mismo año, cuando fue
controlado por una coalición del Partido Liberal y Conservador, encabezados por
el Vicepresidente José de Abadía y el General Tomás Cipriano de Mosquera. En
este sentido, para Frank Safford la participación mayoritaria de los
conservadores en la contrarrevolución le permitió al partido controlar las
elecciones de 1854 y 1856, que llevaron primero a un gobierno de transición
dirigido por Manuel María Mallarino y luego por Mariano Ospina Rodríguez. Sin
embargo, como lo plantean las historiadoras María Teresa Hincapié y Liliana
López, aun con el retorno del conservatismo al poder, el camino a la formación
de un sistema federal y liberal resultaba difícil de modificar, especialmente
después de la declaración del territorio de Panamá como un Estado soberano a
partir de 1855.
POLÍTICA
La constitución de 1858, que le dio vida a la
Confederación Granadina, fue un intento de Mariano Ospina Rodríguez por darle
un marco legal al proceso de formación de Estados soberanos en la Nueva Granada
que inicio con Panamá en 1855, y que al poco tiempo incluyó también a Antioquia
(en 1856), Santander, Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca y Magdalena (en
1857). En este sentido, María Teresa Hincapié y Liliana López plantean que en
este caso fueron los hechos políticos los que le dieron origen al sistema, proponiendo
que fue primero el federalismo y luego fue la federación, ya que la
Constitución solo llegó a ser sancionada oficialmente hasta 1858. El sistema
político que resultó de la Constitución de 1858, por el que apareció la
Confederación Granadina, y que posteriormente dio vía a la formación de los
Estados Unidos de Colombia, estuvo atravesado por un periodo de profunda
inestabilidad en la que los conservadores, débilmente cohesionados en torno al
gobierno de Mariano Ospina Rodríguez, trataron de mantenerse en el poder frente
a una coalición formada por los liberales Radicales y las fuerzas del caudillo
caucano Tomás Cipriano de Mosquera. En este sentido, es imposible entender la
Confederación Granadina por fuera de la revolución mosquerista de 1860 a 1863,
puesto que esta posibilitó el acceso directo de los liberales al poder, y la
radicalización del modelo federal en la Constitución de Rionegro.
La Confederación Granadina reúne un cierto consenso entre
las élites políticas e intelectuales sobre la conveniencia de la adopción de un
modelo federal, como la solución a las tendencias dictatoriales y autoritarias
de caudillos nacionales como lo trató de ser José María Melo. En este sentido,
los máximos exponentes de esta perspectiva, dejando en claro que las ideas
provenían tanto del Partido Liberal como dentro del Conservador, suprimieron en su mayoría las capacidades del
poder central, sentando las bases de tres décadas de predominio de los poderes
regionales y locales en la República. Siendo así que el orden instituido en
este marco terminó por hacerse insostenible debido a la anulación práctica del
gobierno federal por la eliminación de la mayoría de sus potestades, como
fenómeno que afectó de forma sostenida el devenir del país a finales del siglo
XIX.
LA GUERRA DE 1860 A 1863
Desde la perspectiva de María Teresa
Hincapié y Liliana López, la guerra de 1860 a 1863 fue un conflicto guiado por
una competencia entre diferentes burocracias, la nacional y las provinciales,
que buscaban establecer las formas de dominación que darían base a la República.
En este sentido, Hincapié y López proponen que el enfrentamiento se dio entre
un gobierno federal que entendía como una necesidad establecer una forma de
dominación directa, resumida en las reformas del 59, que proveyera al gobierno
central de las herramientas para actuar sobre sus contrapartes regionales. Por
otro lado, los gobiernos provinciales buscaban mantener su lugar como
intermediarios entre el gobierno central y la sociedad, bajo el principio de un
espacio de control local que les era propio y base de su autoridad. Hincapié y
López definen entonces la Guerra en tres etapas. La primera, desde 1847 hasta
1859, se basó en procesos descentralizados que se dieron en varios de los
Estados soberanos (Magdalena, Santander, Bolívar y Cauca), con propósitos
partidistas, por el control de los gobiernos locales. La Segunda etapa, de 1858 a 1861, se
centra en el levantamiento de Tomás Cipriano de Mosquera, por lo que él creía
era una violación de la constitución de 1858 en las leyes de 1859. Esta etapa
termina con la victoria de los gobiernos liberales y el caudillo en 1861, y la
proclamación de un gobierno provisional con el General Mosquera a la cabeza. El
tercer momento es ubicado por las autoras desde 1861 hasta la expedición de la
Constitución de Rionegro en 1863, en la que se presentaba una itinerante
resistencia conservadora al gobierno de Mosquera, que para este momento había
reanudado sus hostilidades hacia la Iglesia Católica, por lo que pensaba era la
necesidad de afianzar la soberanía externa del país frente a poderes
desestabilizadores externos como los del Vaticano.
ECONOMÍA
En lo que se refiere a las dinámicas económicas que
impulsaron el desarrollo del país en la segunda parte del XIX, se pueden
señalar 3 elementos. En primer lugar es necesario advertir que durante todo el
siglo XIX, la población colombiana continuaba siendo en esencia rural, con
espacios autosuficientes que estaban pobremente interconectados entre sí, y en
crecimiento demográfico sostenido a pesar de las guerras predominantes en este
momento. En la práctica, durante el periodo no se constituyó un mercado
nacional de intercambios que diera dinamismo a la producción, o representara
una fuente real de acumulación para los productores nacionales. La única vía de
comunicación que permitía algo de intercambio interregional era el río
Magdalena, que en esencia se enfocaba en permitir la salida de productos hacia
el extranjero, y a facilitar la llegada de bienes de lujo hacía en el interior
del país. En este sentido, es a través
de la colonización y la titulación de grandes extensiones de tierra que eran
propiedad del Estado, que los gobiernos liberales y conservadores trataron de
darle dinamismo a la producción agrícola y minera nacional. En este caso se
presentaron dos tipos de expansión de la frontera agrícola.
En primera instancia fue a través de la colonización y
asentamiento individual y familiar de los terrenos baldíos o no explotados, que
se trasformaron las zonas de frontera natural haciéndose productivas. En
segunda instancia, los gobiernos también favorecieron la asignación de grandes
extensiones de tierra para la formación de haciendas para los grandes
productores, que en la mayoría de los casos no eran explotadas y podían ser
objeto de ocupación irregular por colonos. El caso antioqueño es un ejemplo
perfecto de esta dinámica, en la que la combinación entre pequeños, medianos y
grandes productores, bajo el auspicio de gobiernos liberales y conservadores,
dio como resultado el crecimiento productivo y exportador de la región. Esta
dinámica de expansión territorial fue tanto una forma para el mejoramiento de
las condiciones materiales de vida para amplios sectores de la población, como
un escenario de múltiples conflictos por la posesión de la tierra y su uso
efectivo. Aquí es necesario diferenciar entre las primeras migraciones en las
que existían grandes extensiones de tierra posibles de asignar a los
productores, y las segundas y terceras oleadas de migrantes, que no encontraban
espacio en los que asentarse, por lo que terminaban como empleados o apropiándose
de terrenos asignados. Los conflictos entre grandes hacendados y migrantes sin
tierra fueron constantes, normalmente fallados en favor de los primeros, aunque
durante el periodo se expidieron varias leyes para la protección de los colonos
en las zonas de frontera agraria.
En cuanto al comercio exterior, que Jorge Orlando Melo
califica como la principal, y tal vez única, fuente real de acumulación de
capital en el país, la segunda parte del siglo XIX fue en términos generales un
periodo de expansión exportadora, en el que productos alternos a los
tradicionales metales preciosos lograron encontrar ciclos de buena recepción en
los mercados europeos. Aquí es clave señalar que únicamente una pequeña minoría
productora que podía responder a los escenarios de oportunidad (principalmente
en Europa y los Estados Unidos), que se daban con el incremento en el precio de
algunos de los productos locales en el extranjero, (entre 1850 y 1882 los
principales fueron el tabaco, la quina, los sombreros de paja y el oro) se
benefició realmente del comercio exterior durante estos años. No se puede
olvidar que en términos generales la inversión de capitales foráneos en
Colombia fue poca en este periodo, la infraestructura deficiente y los
estímulos económicos al aumento de la producción muy bajos.
TERRITORIALIDAD
De acuerdo con la constitución de 1858, la Confederación
Granadina estaba integrada por ocho estados federados, los cuales había sido
creados a partir de la unión de algunas de las antiguas provincias
neogranadinas. Los estados estaban divididos en provincias y estos en
distritos. La Confederación ocupaba una vasta región, dividido por su
geografía. Las cordilleras oriental, central y Occidental dividían el país en
regiones distintas. El río Magdalena era la principal arteria para la
navegación en el país, atravesando algunos estados, mientras el ístmo de Panamá
era aislado del resto de las regiones por selvas y montañas. Las profundas
selvas en el sur y oeste sólo añadían confusión a la definición de fronteras
nacionales, las cuales nunca fueron definitivamente marcadas en el terreno. El
país se dividía en 4 regiones aisladas: la región oriental, que incluía los
estados de Cundinamarca, Tolima, Boyacá y Santander; la región del río Cauca,
que incluía el Chocó y el valle del Cauca mismo; la región de Antioquía, que se
extendía hasta el río Chinchiná, cerca de Manizales, y la región atlántica, que
se extendía por toda la costa del Caribe, desde la Guajira hasta el Urabá. Cada
una de estas regiones se comportaron como un país sin relaciones con los demás.
Este aislamiento y la falta de carreteras fue una grave restricción a la
economía, como su ya lejano núcleos estaban demasiado lejos unos de otros para
el crecimiento del comercio.